Nueva Alexandria cuento ciencia

Como os habia prometido el mes pasado en el preview del cuento Nueva Alexandría, este mes de abril publicaría el cuento en todo para que se pudiera leer integro desde Hijo de una Hiena y aquí esta. Debajo del cuento podréis encontrar a los ganadores del concurso Inspira Ciencia de esta edición.

Nueva Alexandría es un relato breve en el que el la historia de la humanidad depende totalmente de un sistema de informacion digital donde ya no se tienen CD´s  o textos escritos todo es digital.

Kristof se dio cuenta de que llevaba toda la vida viviendo de Noche. Caminaba, encogido, hacia el distrito dieciséis, a ver al viejo, las manos heladas aguantando la caja. Al salir de casa y sentir el aire frío en la cara había pensado que sería una buena idea dar un paseo. Ahora se arrepentía. Llevaba una vida sedentaria, siempre había trabajado desde casa, orgulloso de la fibra de ultra alta velocidad que lo conectaba directamente a Alexandría. No había nadie por la calle y pronto entendió que no estaba preparado para la caminata, ni para el frío, ni para el peso de la caja. Pero seguía caminando, con un hormigueo en el estómago. Sentía como si aquella fuera la aventura más grande que vivía en mucho tiempo. Nunca salía de casa, no sabía si las persianas se abrían. Tal vez era alérgico al sol. Era de noche. Escuchó un ladrido. No recordaba la última vez que había visto a un perro.

Verificó el número del edificio en el trozo de papel que guardaba en el bolsillo. Golpeó con los nudillos y al poco la puerta se entreabrió hasta estirar del todo la cadena. El viejo estaba al otro lado, mirándolo suspicaz. Nunca nadie le había dicho como se llamaba.
¿Qué quieres?
¿Me podría arreglar esto?
El viejo sacó una mano y levantó una de las solapas de la caja. Sacó la cadena y le pidió que le siguiera. La casa estaba en penumbra, como si la noche se hubiera colado en ella. Recorrieron un pasillo muy largo, atravesaron una habitación donde se apilaban montones de revistas antiguas. Una verdadera hemeroteca histórica. Kristof pensó que no conocía a nadie que todavía leyera en papel. Llegaron a un cuarto lleno de aparatos antiguos que Kristof nunca había visto antes.
Una microcadena Aiwa HF2020. Hum… Una virguería, de las últimas que salieron al mercado antes de que se prohibieran. ¿De dónde la has sacado?
Era de mi padre, la guardaba en el desván.
¿Y tienes CDs?
Sí, junto al equipo había una docena de CDs de música.- El viejo no podía disimular una sonrisa y unos ojos excitados tras las gafas.
¿Por qué quieres arreglarla? ¿No sabes que está prohibido tener reproductores de CDs? Y además, ¿para qué la necesitas? Toda la música que se ha escrito se puede encontrar en Alexandría.
Sí, pero no es sólo la música lo que interesa.- Dijo Kristof mientras ojeaba, algo escéptico, todos los equipos de sonido que se amontonaban en cada esquina del cuarto. El viejo lo invitó a continuar con la mirada.
Mi padre también dejó algunos CDs que había grabado. Algunos contienen cuentos narrados por él mismo que me solía poner para dormir cuando yo era apenas un bebé. Otros son grabaciones con sus pensamientos, con mensajes para mí y mi hermana… En fin, tienen mucho valor sentimental y me gustaría volver a escucharlos.
Y si eran tan importantes, ¿por qué no los transferiste a Alexandría cuando se promulgó la ley de protección universal de la información, que obligaba a todo el mundo a enviar toda su información almacenada a la biblioteca virtual?
No lo sé, era algo muy personal, supongo.
Pero ahora no puedes ni escucharlo, por algo decía el gobierno que la información estaba más segura guardada en un solo lugar, Alexandría, protegida con cámaras de seguridad, perros y policías, con un sistema de backup múltiple y sus propios generadores eléctricos y sistema antiterremoto…
Oiga, no he venido aquí a que me sermonee, sé perfectamente lo que es Alexandría, y es usted, no yo, el que tiene una tienda ilegal de reparación de aparatos antiguos. Sabe muy bien que todos estos cacharros para el almacenamiento de información digital de forma particular está totalmente prohibido, así que no me venga con moralidades. ¿Me lo va a arreglar o no?- El viejo se quedó mirando a los ojos a Kristof unos instantes, como queriéndole leer la mente. Al fin dijo:
Tranquilo, joven. Tenía que asegurarme de que no eras un topo de la Infotronix Corporation. Ya sabes, los viejos somos muy desconfiados.- Se oyó un ruido en la habitación contigua. Kristof alcanzó a ver a través de la puerta entreabierta un aparato bastante grande, desconocido para él, pero claramente diferente de los que había en el cuarto donde se encontraba.
¿Qué es aquello?- El viejo le clavó la mirada.
Vuelve en una semana. Haré lo que pueda.- Mientras se dirigía a la puerta escuchó al viejo refunfuñando.-Jóvenes metomentodo y engreídos, no saben ni lo que es un tocadiscos y piensan que lo saben todo…

El viejo no parecía estar de mejor humor a la semana siguiente.
¿Has traído el dinero? Bien, ahí lo tienes. ¡Ha vuelto a la vida tras treinta años!
¡Increíble!
Hum. –Dijo el viejo como única respuesta, no sin orgullo en la mirada. En ese momento entraron en la casa dos hombres jadeantes. Gritaban –Búho, Búho, ¿dónde estás?- Al viejo se le abrieron los ojos de par en par y su rostro se agrió casi imperceptiblemente. Cuando llegaron a la habitación, el viejo sólo levantó ligeramente la mano y los dos hombres, comprendiendo, desaparecieron al cuarto contiguo, donde ya no se podía ver aquel aparato que había intrigado a Kristof la semana anterior.

De vuelta a casa, el ordenador estaba apagado. Parecía no funcionar. Era la primera vez que le ocurría algo así. Desde que los ordenadores no tenían memoria, ni almacenaban datos ni programas, nunca se estropeaban. Lo único que hacía falta era conectarlos a Alexandría allá donde uno estuviera e inmediatamente tenía acceso a su ordenador virtual. Kristof estaba desconcertado. Sin saber muy bien qué hacer, se sentó en el sofá y encendió la tele.
En el noticiero una mujer con el rostro preocupado repasaba las trágicas noticias del día. Unos terroristas habían destruido Alexandría. Un inspector de policía decía, compungido pero amenazante, que los terroristas habían puesto un artefacto potentísimo de microondas especialmente sintonizada a la frecuencia de resonancia del cobre, que al ser activada había fundido en apenas unos microsegundos todos los circuitos de Alexandría. En la imagen se veían los edificios del complejo. No había cristales rotos, ni damnificados. La bomba sólo afectaba a los circuitos, pero los había destruido –según el telediario- todos, incluidas las múltiples copias de seguridad.

La voz en off sugería con melancolía:
– Los circuitos de Alexandría han sido destruidos, y con ellos se ha perdido toda la información del mundo. Se ha borrado nuestra historia, ha desaparecido todo conocimiento, se ha incendiado la Nueva Alexandría, ha muerto el cerebro de la humanidad.
Kristof bajó el volumen. Puso un CD. Cerró los ojos y pensó que la Noche, al final, había llegado.

Un cuento obra de Vagalume.

Nueva Alexandria cuento futurista

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